Discurso de orden ante la Sociedad Bolivariana por la conmemoración de los 191 años de la muerte del Libertador Simón Bolívar
La Guaira, 17 de diciembre de 2021
“Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”, fueron las últimas palabras escritas en la proclama final del Libertador, a escasos seis días de su muerte, un 10 de diciembre de 1830.
Parece ésta una condición que intentaba establecer como último recurso de manipulación, quizá inconscientemente, dirigido a los detractores de su proyecto emancipador, la unión de los pueblos que liberó en una única nación: La Gran Colombia. Pero tal y como dijo el crucificado también antes de morir, “Ya todo estaba consumado”. Y así fue casi desde el inicio de su gesta, las normas impuestas en especial la de darle su propio nombre a la capital de esa nación y tantas otras impopulares entre aquellos hombres que no veían esa unidad como fuerza, sino como producto de una egolatría de origen, acabaron con un sueño.
La de Bolívar, como lo explica Carlos Malamud, fue una "época apasionante, una época de rupturas y continuidades, de revoluciones y contrarrevoluciones, que alumbró un nuevo tiempo republicano en el Nuevo Mundo. Una época marcada por la tragedia que supone toda guerra civil, con la violencia y la tragedia que estos sucesos implican."
No vengo aquí, sin embargo, a entregar un discurso cargado de fechas precisas y análisis históricos de la vida del Libertador, de su entorno y de su época. Sería muy pretencioso de mi parte hacer tal ejercicio técnico, cuando Bolívar ha sido analizado suficientemente por los mejores expertos de la historia nacional y de nuestra región, siendo quizá uno de los personajes más estudiados de América y el mundo. Esas fechas las daré por sentadas porque hoy no son necesarias en esta sala, llena de la más grande sabiduría histórica guaireña. Mi deseo es solo el de exponer unas breves notas relacionadas con este gran hombre.
Su muerte, no solo, no contribuyó al cese de los partidos, sino que aceleró prácticas secesionistas de su tiempo y más bien ha favorecido en no pocas ocasiones a procesos divisionistas del país. Entonces no está tranquilo. Ciertamente dejó un legado, dejó un nombre y una forma de hacer las cosas, quiso ser guía y lo fue en su momento, influenciado por grandes pensadores nacionales y extranjeros, en especial por su admirado maestro Simón Rodríguez, hombre de avanzado pensamiento libertario que estimuló las ideas revolucionarias que durante su corta vida intentó llevar a cabo, pero su propia figura ha sido la fuente de la discordia en varios momentos políticos nacionales.
Ciertamente, compatriotas venezolanos que también han obtenido el máximo poder administrativo, han inflado sus expresiones y características, exaltando un culto que ha hecho más daño que bien, como lo refiere Carrera Damas, tratando con éxito, aunque temporal, de imponer ideas y formas de vida autoritarias, en nombre de un exagerado amor por el padre de la patria: Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, y como lo expresa en una entrevista Rafael Arraiz Lucca: “todos los Presidentes de la República, militares y civiles”, alimentaron ese culto por lo bolivariano.
Hace 22 años fuimos testigos del último intento conocido por imponer esas ideas, mal interpretadas por unos militares con deseos resentidos de liberar a la patria, esta vez del supuesto yugo capitalista generado por la Cuarta República, en los 40 años previos a su llegada. En esa mala interpretación le endilgaron el titulo de Bolívar Socialista y volvió a merodear sobre las mismas y alguna que otra nueva estructura pública, llevando su nombre o el colectivo epíteto “Bolivariano”. Como si con esto y para siempre se pudiera engañar a la población, dándole una cara patriota a las aberrantes prácticas y normas en contra de nuestra Carta Fundamental y de todo el ordenamiento jurídico vigente.
Su deseo de hacer una nación fuerte que pudiera hacer frente a un enemigo común, no se concretó a pesar de que tuvo ayuda de los mejores hombres de su época, pero es que el proceso requería exacerbar el mesianismo hacia su propia y mortal humanidad y nada mas que Dios, es eterno. No es posible la inmortalidad de un proyecto que no fue bien entendido, ni contó con el apoyo total de sus colaboradores.
En esa última proclama nos habla de muerte como quien sabe que le queda poco tiempo, si bien toda su vida la entregó por sus ideales. Quiso el destino que muriera acostado en una cama, aunque hubiera sido más probable, conforme a sus acciones, que esto sucediera en uno de los atentados en su contra, o en batalla, porque sus afirmaciones en conversaciones, discursos, proclamas y cartas previas, así lo presagiaban, en especial la de aquel juramento en el monte sacro, donde la fuerza de las nuevas ideas en una juventud inquieta hizo que ofreciera su existencia por la libertad de la patria: …”que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que…”
Cuando habló de unión, de unidad, se refería a la de todos los sectores que para aquel momento eran importantes para Venezuela, nos decía: "Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión.” Todos” y para aquel momento ese “todos” estaba representado en el pueblo que debía luchar en contra de la tiranía, el clero o los ministros del santuario haciendo oraciones a favor de la lucha y los militares usando sus armas para defender las garantías sociales de ese pueblo.
Y aquí, haciendo un paralelismo con nuestra actualidad, les dejo lo que en un reciente trabajo articulista, Paula Bautista de Alemán nos dice: "Partidos Políticos, empresarios, universidades, gremios y organizaciones civiles, debemos encontrar caminos comunes de regeneración perfecta". Es decir, que ningún individuo u organización debe descansar su brazo o reposar su alma hasta conseguir la unidad necesaria para enfrentar al actual yugo político interno, representado en el peor gobierno de nuestra historia republicana.
No obstante, también es necesario reconocer la incapacidad que ha tenido la oposición para responder acertadamente a este sin gobierno y en vez de traducir la suma de sus pequeños triunfos en el inmediato acceso al poder con acertadas acciones políticas, se ha torpedeado a sí misma con la incoherencia y la falta de claridad en sus acciones, en especial la falta de unidad, que advirtió Bolívar en su lecho de muerte.
Queridos hermanos, siempre es buena y propicia la ocasión para hablar de Bolívar, sea para celebrar y agradecer por su nacimiento, revisar su pensamiento, aun hoy de avanzada, o sea para enlutarnos cada 17 de diciembre conmemorando su muerte. Pero también en todo momento y en este en especial, es oportuno reflexionar sobre nuestra participación como ciudadanos venezolanos, mientras observamos como la gente sigue su lucha diaria entre incertidumbres, desatinos, corrupción y mucha expectativa.
Bolívar, en sus ultimas palabras nos habló de su muerte y de la unidad como condicionante para su descanso, pero ninguna de las dos cosas han sucedido: No se ha establecido para beneplácito de la patria la verdadera unidad, pero tampoco Bolívar ha muerto.
Muchas gracias!
Willmary Comus
1.) Pérez Vila, Manuel: “El Legado de Bolívar”
2.) Bautista de Alemán, Paula “Lecciones preliminares del 21 de Noviembre
3.) Malamud, Carlos: “Todas las caras de Simón Bolívar”
4.) Carrera Damas, Germán: “El culto a Bolívar”
5.) Rafael Arraiz Lucia en entrevista reciente
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